Gichin Funakoshi (Autobiografía)
(Dojo Ediciones. Madrid 2007)
“Nunca se ha de olvidar el
antiguo dicho de que un fuerte viento puede destruir un árbol firme, pero el
sauce se dobla y el viento pasa. Las grandes virtudes del karate son la
prudencia y la humildad”.
Portada del libro Karate-do Mi camino de Gichin Funakoshi |
En algunos momentos
se ha valorado la posibilidad de que el origen del karate esté en uno de los
más importantes representantes del Budismo, Bodhidarma -Daruma en Japón-.
Parece ser, también, que las raíces del karate están en China, de hecho, una
posible traducción de los ideogramas que forman la palabra es Kara (china) te (mano). No es esta la lectura que hace Gichin Funakoshi en el
libro que estamos comentando; para él, aunque reconoce la otra, hay que entender
Kara como vacía. Así, en palabras del
maestro: “Kara tiene, en el término
vacío, el sentido definitivamente más apropiado. Ello se debe al hecho evidente
de que este arte de autodefensa no utiliza armas, sino los pies y las manos
vacías. Más aún; los practicantes de este arte se proponen no solo perfeccionar
su técnica, sino vaciar su corazón y su mente de vanidad y deseos terrenales.
Leyendo las escrituras budistas encontramos afirmaciones tales como “la materia
es vacío” o “todo es vanidad”. El carácter “Ku”
que aparece en ambos aforismos y que puede pronunciarse así mismo, “Kara”, representa una verdad en sí
mismo”.
Karate-dô |
De
un modo u otro, sea cual sea el origen de esta disciplina marcial, lo que es
evidente es que tomando una serie de tradiciones de la isla de Okinawa,
transmitidas prácticamente en secreto debido a diversas prohibiciones, Gichin
Funakoshi es el principal responsable del desarrollo del karate moderno.
Karate-dô.
Mi camino es el último libro publicado por este maestro, en 1956, cuando ya
contaba con ochenta y nueve años, había nacido en 1868 y moriría en 1957. En la
obra, Gichin Funakoshi hace un repaso de su vida, centrada en la enseñanza y en
el karate. En las anécdotas que narra descubre la esencia de la disciplina
marcial, alejada de un violento voluntarismo que puede causar más daño que
beneficio al practicante.
Gichin Funakoshi |
En las palabras del maestro
Funakoshi se entiende perfectamente el contenido de ese “Dô” (Camino) que
siempre acompaña a toda denominación de un auténtico Arte Marcial tradicional,
lo demás es un enfrentamiento, más o menos técnico, pero animal en definitiva.
Esta interpretación como senda interior que el ser humano ha de recorrer en pos
de su perfeccionamiento está totalmente alejada de cualquier tipo de
condescendencia. El sendero del karate, como el de otras disciplinas, es duro y
supone un entrenamiento serio, una entrega que es dolorosa en muchas ocasiones,
todo ello buscando un desarrollo que va más allá de lo puramente físico, aunque
en ningún momento, Gichin Funakoshi niega el valor de la práctica marcial como
mejoramiento del cuerpo, de la salud y de fuerza; ahí están sus palabras,
escritas por un hombre de prácticamente noventa años para el cual la vida no
fue, precisamente, un camino de rosas, aunque son muchas las que encontró en el
transcurrir por ese tiempo y son muchos los emocionados recuerdos que van
brotando mientras rememora los diversos momentos de su biografía. Ahí está, de
un modo muy especial, su familia, su esposa, sus maestros y sus alumnos. Y en
esa memoria se refleja la gentileza de un hombre que supo que un auténtico
estudio marcial empieza y acaba en la cortesía, ya que no hay ninguna mayor que
tener en mente a aquellos que en el rápido discurrir por los años que existimos
son los apoyos que permiten olvidar un suelo plagado de guijarros.
“Después de la muerte, el ser humano retorna a los
elementos –a la tierra, al agua, al fuego, al viento, al vacío-. La materia que
creímos ser se desvanece. Todo ha sido vanidad. Somos como hojas de hierba o
árboles del bosque, criaturas del Universo, formantes del espíritu universal
que ni vive ni muere. La vanidad es el único obstáculo de la vida”.
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